Hace unas noches tenía ganas de otra vez volver al vicio que de tan chica me crucificó: el alcohol. No es lindo tener catorce años de edad y problemas de alcoholismo, y por suerte salió todo genial gracias a que el día que agarré el cuchillo más grande que encontré para cortarme el brazo, por la altura del codo, me cayó la ficha de quién soy. O de al menos quién quiero ser. Esas noches pasadas, como decía, se volvieron totalmente negras. Soy una persona con planes y proyectos que construir, y verdaderamente fue un golpe bajo, porque sentía que se me iba mi propio futuro de las manos. Lo único que hilaba eran lágrimas, y el consecuente ataque anarko-punk de ahora-no-me-importa-nada, que después tuve. Generalmente tengo el problema grande de no poder dejar fluir a las cosas a su ritmo. Sabía que en la semana iba a haber un gran stop que marcaría que podía olvidarlo todo, o bien, lo acrecentaría. Gracias a lo que sea que fuere, estoy en el proceso de olvidarlo todo, de las corridas, idas y venidas. Mi futuro está en mis manos, y como yo lo había planeado. Lo cual me exaspera extraterrestialmente porque, tanto lío para terminar decidiendo lo que yo había decidido con tanta antelación. Con respecto al 'gran stop' -sí, aún tengo que hablar en código morse-, estoy.. histérica. Sí, así es. Aunque no es la palabra que me gustaría usar, es la que mas me cuadraría, o al menos, la que más me dijeron ayer. Empiezo con una idea de un castillo en las nubes. Consigo las nubes, hago el castillo. Tengo el castillo, y lo bajo a la tierra. Lo empiezo a hacer de cimientos firmes, pero me dá miedo el viento, o las mínimas brisas. Así soy. Maldita sea. Y ahora tengo una idea, que de seguro no resulta, pero me va a servir para aclarar un tanto, un tanto más, todo lo que siento. Quién sabe. Solamente sé que también las obligaciones de mi vida como 'propia' que aún conservo, la estoy intentando adecuar a que no interfiera en posibles encuentros, intentos, o lo que sea con vos.
El año que viene, va a ser sin dudas un año difícil.