Es sobre lo que muchas veces aseguramos creer, y nos aferramos a eso con la convicción de que es lo correcto para nuestra vida, lo que nosotros elegimos para sí mismos sin tener en cuenta mínimamente la situación externa, el cambio posible e inevitable. Es como caminar entre la neblina, por mucho esfuerzo en intentar abrir nuestros ojos y darle un alcance máximo a nuestra visión, no es suficiente, es algo que está fuera del alcance personal, por lo que no somos culpables de no ver; somos lo que somos, pero también lo que hacemos, y nuestra vida transcurre en consecuencia. Consecuencia, resolución consiguiente de un acto, de un hecho, de algo causal pero no siempre casual, un por qué, tan simple como eso. Aunque muchísimas veces nuestro cerebro se desgarra intentando encontrar la racionalidad en cosas que no la poseen, hay algo más. Algo más humano, más profundo e incomprensible, porque la razón no puede llegar tan lejos; tan adentro, en los sentimientos. Sentimiento...¿qué es realmente un sentimiento, qué implica? Si vemos la Real Academia nos dice que un sentimiento es un estado afectivo del ánimo producido por causas que lo impresionan vivamente. Demasiado textual, palabrerío rebuscado y explicado por la razón, como todo en el mundo; la iluminación en la mente, la explicación ferviente que brota de la materia gris de las personas...¡Paremos con esto! Al menos, deberíamos de hacerlo en este tema. Un sentimiento no es más que la demostración de nobleza. La más hermosa demostración, espontánea, no buscada, muy profunda. Impulsivos, libres, nos arrastran de las narices, hacia un lugar deseado, tan deseado que no importa lo demás. Y es difícil avanzar con ellos si las cosas no salen como las planeamos, se produce un estancamiento que nos hunde en lo más profundo de nuestra propia decadencia: empezamos a sentir que las cosas se nos van de nuestras manos y alcance. Y nos sentimos mal, no podemos correr la venda que tenemos sobre los ojos, y el peso en nuestra espalda -pero especialmente en nuestra conciencia- es demasiado, tal vez más del que estamos preparados psicológicamente a soportar. Es como intentar correr en cemento fresco, porque no es algo de lo cual podamos escapar, sino que, cuando más lo intentamos, más nos enredamos en el asunto. Tampoco es una cuestión de suerte, la suerte es algo inexistente, salido de la idea de la fortuna, que no es más que la disposición de las convicciones que cada uno tiene sobre sí mismo...ser optimista o pesimista es algo sumamente personal y ambiguo, hay millones de razones para declinarse por sobre alguna de las dos corrientes y absolutamente todas son ciertas.
Entonces, estar enamorado, es como estar encandilado por lo más hermoso, pero que hay que saberlo digerir; es algo complejo, podemos sentirnos perdidos, abandonados. Si tuvieramos el don de leer la mente de nuestra persona tan añorada...creo que en una menor medida lo haríamos. Completamente todo nuestro ser tiene miedo, un miedo horrible que no nos deja avanzar como quisiéramos; un miedo bastardo que graba en medio de nuestra mente siempre antes de cualquier cosa un "pero y si..." y nos quedamos y todo pasa; la situación se depura y se pierde la esencia. A su vez, el control de los impulsos es algo complejo; justamente, por ser impulsos son incontrolables en mayor medida, pero también puede costar muy caro.
Cabe rescatar como conclusión que estar enamorado es, entonces, un juego. Un juego de azar, sólo la suerte ayuda y déjenme recordar que la suerte no existe, entonces... y ahí empieza todo el círculo vicioso de nuevo.
No dejen que las cosas pasen por al lado suyo, no cometan los errores de quién les habla acá.
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